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En esta columna publicada el domingo 2 de diciembre en El Mercurio, el Rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, hace hincapié en la importancia de la investigación y creación para el desarrollo del país, y el papel estratégico de las instituciones de Educación Superior a la hora de tomar decisiones basadas en evidencia, y que promuevan el bien común. Además, indica que el 0,36 por ciento del PIB que Chile destina al presupuesto de investigación y creación podrían ser demasiado para una economía basada en la extracción de minerales, pero muy poco para un país que aspira al desarrollo, destacando que “la productividad y desempeño de los investigadores chilenos, aún en estas condiciones adversas, han sido extraordinarias”.

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La Universidad de Chile agradece las múltiples manifestaciones de reconocimiento y solidaridad recibidas durante la celebración de nuestro aniversario 176.

Consecuentes con nuestra responsabilidad histórica para con el conjunto del país, que es lo que da sentido a nuestra institución, queremos llamar la atención sobre la imperiosa necesidad de aumentar los recursos que hoy se destinan en Chile tanto al desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, como al mundo de las Artes y la Cultura.

Las decisiones presupuestarias en esos dos contextos no pueden entenderse como un simple llamado a favorecer al ejercicio de actividades propias de la academia, sino como definiciones aún mucho más trascendentes. Las medidas que tomemos afirmarán o negarán la voluntad de alcanzar una economía basada en el conocimiento, capaz de cambiar la matriz productiva del país y de asegurar para la ciudadanía el entorno intelectual y artístico que promueva una sociedad sana con vocación de progreso.

Chile se encuentra en un momento crítico para su anhelo de transformarse en un país plenamente desarrollado. La necesidad de diversificación de la economía no es una alternativas más, sino que resulta esencial para pasar a un desarrollo sustentable. El estancamiento a la baja del presupuesto para la ciencia y tecnología, junto con la reiterada e inexplicable postergación de avanzar en la instalación del Ministerio de Ciencia, sugeriría que, fuera de la comunidad científica, pocos toman en serio el aporte decisivo que la generación de conocimiento científico, en todas las disciplinas, jugaría en nuestra estrategia de nación.

Si lo que quisiéramos fuera seguir siendo un país principalmente exportador de materias primas, entonces destinar el 0,36% del PIB a investigación científica podría considerarse excesivo. Pero si quisiéramos de verdad transformarnos en una sociedad con una economía basada en el conocimiento, que aproveche el talento de sus personas, entonces ese 0,36% lo hace imposible.

Destacamos que la productividad y desempeño de los investigadores chilenos, aún en estas condiciones adversas, han sido extraordinarias. Por ejemplo, la Universidad de Chile en el ranking Scimago 2018, que mide objetivamente volumen y calidad de la investigación y su impacto social, aparece entre las diez mejores de América Latina. Nosotros ocupamos el lugar 8, la Universidad Nacional Autónoma de México el 2, la Universidad de Buenos Aires el 9 y las otras siete, encabezadas por la Universidad de Sao Paulo, son brasileras. El porcentaje del PIB para ciencias de Brasil duplica al de México y Argentina y triplica al de Chile. Imposible no preguntarse cuántas universidades chilenas estaríamos entre las diez primeras de la región con un presupuesto correspondiente.

En caso de que haya acuerdo sobre la necesidad de aumentar el presupuesto para alcanzar el desarrollo, las universidades e instituciones dedicadas a la generación, difusión y uso del conocimiento científico han tenido, y tendrán, la responsabilidad de contribuir, no solo a responder las preguntas esenciales en cada una de sus disciplinas, sino de servir de pilar fundamental para la toma de decisiones estratégicas que se basen en evidencias y promuevan el interés común.

Resulta urgente entonces abordar de modo colectivo y transdisciplinar, los retos que nos presenta la tercera revolución tecnológica. En este contexto, las ciencias sociales y las humanidades deben ser incorporadas protagónicamente a este debate, mediante las dinámicas del pensamiento crítico, para poder contribuir a la orientación de este conocimiento hacia la mejora de la calidad de vida de amplios segmentos de hombres, mujeres y niños, mitigando sus potenciales efectos adversos.

Debemos asumir responsablemente que con esta negligencia para la ciencia y la cultura, se daña a la sociedad entera y, lo más doloroso, se niega o limita a tantos jóvenes talentosos en la realización de sus potencialidades.

Llamamos a la sociedad en su conjunto a considerar estas materias como centrales y definitorias del futuro de nuestro país.

Ennio Vivaldi Véjar
Rector de la Universidad de Chile