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Todo estudiante o trabajador de la Universidad de Concepción conoce la historia de educadores como Enrique Molina Garmendia o Edmundo Larenas: sus nombres están en edificios, calles, estatuas y obras. Pero probablemente a pocos les sonará el nombre de la Doctora Hilda Cid Araneda, a pesar de su gran aporte a este plantel y también a nuestro país.

Esta bióloga, cristalógrafa y profesora nacida en Talcahuano no sólo triunfó en el mundo de las Ciencias Exactas –y en una época donde pocas mujeres se atrevían a intentarlo-, sino que también dio una dura pelea para recuperar la democracia en la educación superior, a pesar de la constante persecución a la que fue sometida en Dictadura.

Aunque muchos de sus trabajos han sido considerados influyentes en Chile y el extranjero, su historia es desconocida entre las nuevas generaciones de estudiantes y académicos de la Universidad de Concepción. ¿Por qué su figura ha sido tan invisibilizada? ¿Por qué la universidad nunca la reconoció como profesora emérita?

Hija de la educación pública

Hilda Cid Araneda nació en Talcahuano en 1933 y se crió dentro de una familia de profesores, quienes le inculcaron la importancia de la educación desde pequeña, como recoge el académico de la Universidad de Chile, Gonzalo Gutiérrez, en un artículo sobre su vida [1]. Su historia partió como la de muchas niñas de esta localidad, estudiando en escuelas con número y luego terminando la educación secundaria en el Liceo Fiscal. Incluso, tocaba el violín y fue parte de la Orquesta de Cámara de Concepción.

Hasta que en 1951, ingresó a estudiar a la Universidad de Concepción, con la idea de enseñar Física y Matemáticas. Su vocación era tan notable, que pronto trabajaba como asistente y posteriormente, ganó el premio Universidad de Concepción.

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Esto la incentivó a trasladarse al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde, en 1958, terminó de recibirse como Profesora de Física y Matemáticas con suma distinción. Se quedó trabajando en Santiago, ya que allí existían mayores oportunidades para su área; fue parte del equipo del Laboratorio de Cristalografía y también fue profesora asistente del Laboratorio de Óptica.

Fue en esta institución que escribió su tesis de grado llamada “Algunos métodos ópticos para determinar las estructuras de cristal mediante rayos X” [2]. Este trabajo le sirvió de base para otros artículos que publicó posteriormente, incluyendo uno que creó junto a otra gran científica chilena, Isabel Garaycochea, el cual fue titulado “En las configuraciones de cristales para el trabajo de difracción con rayos X” [3].

Este fue el primer –y quizás el único- artículo publicado en Chile por dos mujeres en el área de la Ciencia de la Física y Materiales.

Para el biólogo y académico de la Universidad de Concepción, Mauricio Rondanelli, es remarcable que haya triunfado en un campo tan masculinizado: “El mundo de la Física hoy es más amplio, pero 50 años atrás era nuclear, concentrado en Santiago y dominado por varones, por lo que me imagino que debe haber sido todo un desafío para ella”.

Este académico de la UdeC explica que en esa época “se esperaba que las mujeres fueran profesoras y de colegio, pero hasta ahí no más; el átomo, el núcleo, el cristal, la molécula: eso era masculino”. Aunque para su hijo, el Doctor en Filosofía y economista, Jorge Desdner, la masculinización de su área “jamás fue tema de discusión en la mesa. Lo que tenía que hacer, ella simplemente lo hacía”.

Triunfo en Estados Unidos

Su pasión por las ciencias la llevó a emprender estudios de postgrado: en 1960, se fue a Boston, Estados Unidos, junto a su esposo y dos hijos, para ingresar al Instituto Tecnológico de Massachusetts a cursar un Magíster en Ciencias, siempre de la mano de la cristalografía.
Era tan talentosa, que su profesor y consejero, Martin J. Buerger, le ofreció continuar en el MIT para obtener su doctorado. En ese entonces los alumnos de este instituto eran en su mayoría hombres; de hecho, en el departamento en el que trabajaba Buerger, sólo se habían graduado 4 mujeres.

Esto la llevó a vivir algunas situaciones extrañas, como cuando estaba embarazada de su hija Rossana y nadie hablaba de la situación en el laboratorio. Sólo cuando ya faltaba poco para el parto, ella le dijo a su profesor consejero que se iría por un par de días: “Iré a dar a luz a mi hija”, le dijo, a lo que le respondieron secamente con un “ok”. La situación era tan inusual, que ni la estudiante ni el profesor sabían cómo proceder, como recoge Gutiérrez en su artículo académico.

En 1964, Hilda Cid obtuvo su doctorado, convirtiéndose en la primera mujer chilena en obtener este grado en el área de las Ciencias Exactas. Su tesis se tituló “Estructura de cristal de los grupos de minerales de la turquesa” [4], entre los que se encontraban los fosfatos de cobre y el aluminio. Su gran experiencia usando rayos X para determinar la estructura de moléculas complejas la ayudó a determinar la estructura atómica de la terramicina [5], la molécula más grande determinada a través de esta metodología.

Del regreso a Chile al exilio en Suecia

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En 1964, Hilda y sus tres hijos, Rodrigo, Jorge y Rossana, regresaron a Chile, mientras que su esposo en ese entonces, George Dresdner, se quedó un año más en Estados Unidos para completar su doctorado en Biología. Tuvo un nuevo paso por la Universidad de Chile, trabajando en el Laboratorio de Cristalografía hasta que en 1967, se trasladó a la Universidad Austral de Valdivia para impulsar el Departamento de Biofísica.

Jorge Dresdner recuerda con nostalgia los constantes viajes y mudanzas: “No es que ella lo haya planificado, sino que toda esta historia se fue dando y ella fue asumiéndola. Aunque claramente a ella le gusta mucho viajar”.

Lamentablemente, con el Golpe de Estado de 1973, ella y su esposo, fueron exonerados de la universidad y perseguidos, al punto de que debieron exiliarse a Suecia.

Esto no la desanimó: se unió al Laboratorio de Proteínas de Wallenberg de la Universidad de Uppsala, donde continuó publicando artículos clave sobre la caracterización de moléculas biológicas a través de la difracción de rayos X. Con su equipo, caracterizaron y cristalizaron por primera vez la actina no muscular. También lograron determinar la estructura tridimensional del anhídrido de carbono.

Fin del exilio y consagración como académica

En 1979, Hilda decidió regresar a Chile y a trabajar en el Departamento de Fisiología de su alma mater, la Universidad de Concepción. Trajo varios equipos donados por la Universidad de Uppsala y desarrolló una fructífera actividad investigadora en el área de la estructura y cristalografía de proteínas; además impartió clases tanto en pregrado como postgrado.

Pronto se convirtió en una eminencia latinoamericana en el tema, al mismo tiempo que luchaba por los derechos humanos y por la democracia en la década del 80. Su labor fue importante en la organización de la primera Asociación de Académicos de la Universidad de Concepción.

Rondanelli era estudiante en ese entonces y recuerda a Hilda como “una mujer con una estampa que decía ‘aquí estoy yo’ sin ser agresiva, muy elegante, siempre con su delantal blanco, con su frente muy en alto. Inspiraba mucho respeto, tanto para los que eran alumnos como para los que no eran. Era una gran académica y pedagoga, que sabía cómo enseñar su materia, lo cual agradecíamos mucho los alumnos”, explica entre risas.

En ese entonces, la represión militar a los estudiantes y académicos era preocupante con la rectoría en manos del militar Guillermo Clericus, pero eso no impidió que esta científica continuará sus investigaciones y también, su lucha política: “Fueron tiempos muy duros y la Dra. Cid junto a otros profesores fueron personajes súper importantes en lo que significa el derecho democrático, el resguardo de los estudiantes, la protección de las facultades y sobre todo, la salvaguarda del conocimiento científico”, relata Rondanelli con orgullo.

Dresdner explica que a pesar de que no tenía una militancia política, “era alguien que quería cambios y eso fue suficiente para que la exonerara y persiguieran. Mi madre quería una universidad más libre, más democrática, una universidad como la que uno observa en otras partes del mundo. Pero estas ideas eran consideradas de izquierda en esa época”.

Intentaron exonerarla por segunda vez, pero fueron tales las protestas desde la comunidad, que en la universidad debieron reconsiderar su decisión. El doctor Juan Carlos Ortiz Zapata recuerda claramente esa época, porque él también se vio involucrado: “Estaba a punto de salir de vacaciones, en Santiago. Me habían encargado desde Rectoría que escribiera una reseña, así que fui a la Biblioteca Nacional. Después de pasar toda la mañana tomando apuntes, me fui a almorzar y ahí vi los titulares de las noticias: ‘Profesores y más de 200 alumnos exonerados de la Universidad de Concepción ‘. Yo era el primero en la lista, Hilda Cid iba segunda”, relata.

Pero a diferencia de lo ocurrido en Valdivia, esta vez sí recibieron apoyo: “ahí la gente comenzó a soltarse del miedo, reaccionaron y solidarizaron. No sólo los profesores, también la comunidad. Hubo protestas, manifestaciones y reuniones, hasta que nos reintegraron a los dos juntos. Fuimos los primeros, antes de eso nadie lo había logrado”, apunta Ortiz.

Rondanelli tiene claro que “aunque su lucha tiene que haberle costado varios sinsabores y aprehensiones, la Dra. Cid se mantuvo firme hasta la recuperación de la democracia. Tenía una visión de la libertad que le aplaudo hasta hoy”.

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Un legado poco reconocido

Su colega y discípula, la Dra. Marta Bunster, afirma que “es admirable que la Dra. Hilda Cid, quien inicialmente tenía estudios en Física, haya penetrado exitosamente en el estudio de la estructura-función de las proteínas, iniciando el estudio de esto en Chile”, como recoge Gutiérrez en su artículo.

Para ella, “la Doctora Cid también fue pionera en promover el trabajo científico interdisciplinario, el cual potenció de una forma visionaria, incorporando métodos físicos, matemáticos y computarizados para el estudio de biología molecular. Finalmente, algo que caracteriza su carrera de investigación completa, es su persistente insistencia en que Chile necesita ciencias como una herramienta de desarrollo”.

El Dr. Gonzalo Gutiérrez destaca que “Hilda Cid no sólo es una gran científica: es mujer, es de provincia, es la hija de una familia modesta, educada en escuelas públicas. Ella no siguió un camino tradicional: para los físicos, ella es una bióloga y para los biólogos, es una cristalógrafa”.

Pero a pesar de su gran talento e importantes logros, cuando se le busca en Google, apenas aparece una referencia a ella en los 100 años de historia del Departamento de Geología del MIT. De su actividad científica poco y nada se sabe en Chile y en la Universidad de Concepción nunca fue destacada.

A Mauricio Rondanelli le extraña la no visualización y el apartamiento de su figura: “como que llegó, vino, hizo lo que tenía que hacer muy bien y desapareció. Nadie la recuerda”. Para él “es una lástima no rescatar sus valores. La universidad ha rescatado a tantos otros personajes, que también han aportado y mucho, pero me parece extraño este aparente olvido”, agrega.

Dresdner cree que “los chilenos no somos muy buenos para reconocer cosas. Basta pensar en la cantidad de gente que deja la universidad, que ha hecho aportes que pueden ser relevantes y que nadie conoce. En el caso de mi madre, en su facultad nunca le dieron una profesoría emérita, a pesar de que en mi opinión, ella se la merecía. Creo que hay una deuda ahí, tanto del país, como de la universidad”.

Algo similar cree el Dr. Ortiz: “Parece ser algo inherente de los penquistas. Aquí la persona que se va o muere, nunca existió. No se recoge lo que hicieron. No mucha gente forma a personas y profesionales, y ella lo hizo “, afirma. Juan Carlos Ortiz la recuerda como una científica visionaria, al empujar el desarrollo de la Biología Molecular, a pesar de que sabía que ella sólo pondría “la primera piedra” y que las generaciones más nuevas continuarían su trabajo.

Dresdner siente “que si ella estuviera activa hoy día, seguiría empujando por los cambios en la universidad, para que fuera más participativa. Para ella, la Universidad de Concepción siempre ha sido muy importante y cuando era académica, la sentía como propia y siento que eso se ha perdido”, concluye.

La Dra. Hilda Cid actualmente está jubilada y descansa tranquila en su casa, como detalla su hijo. Ahora sólo queda preguntarse, ¿qué podemos hacer las nuevas generaciones para recoger su legado y el de muchas otras científicas que han sido invisibilizadas por la historia?

Referencias

[1] Gutiérrez, Gonzalo (2016) Hilda Cid: physicist, crystallographer, structural biologist. Journal of Physics: Conference Series 720. Recuperado desde: http://iopscience.iop.org/article/10.1088/1742-6596/720/1/012058/pdf
[2] Cid-Dresdner, Hilda (1958) Some optical methods in determining the crystal structures by X-ray.
[3] Garaycochea, Isabel y Cid-Dresdner, Hilda (1961) On the setting of crystals for X-ray diffraction work. Acta Crystallogr. 14, 200-201.
[4] Cid-Dresdner, Hilda (1964) Crustal structure of the turquoise group minerals.
[5] Cid-Dredner, Hilda (1965) The crystal structure of terramicina hydrochloride C22H24N2O9HCl,Z. fur Kristallogr 121, 170-189.

Fuente: www.academicosudec.cl